Gallardo es Virginia del orto: “no entregué, quizás en el futuro” amaga la correntina. |
Como si con ese ojete no bastara para confirmar que es una terrible yegua, Virginia Gallardo posa al lado de un caballo. O estará en realidad queriendo decir que a menos que calces como un caballo, ni te molestes en tratar de satisfacer ese fenomenal ojete? “Cuando lo digo se me cagan de risa” se ataja la correntina, “pero lo que más me elogian no es la cola sino la sonrisa.” Difícil de creer, porque a yegua regalada no se le miran los dientes, y menos a una cuyas tetas y ojetes son de un tamaño tal que
por sí solas te agotan la memoria del cerebro y te quedás sin ram para escanear ninguna otra parte de su siliconada anatomía, que la correntina dice era así desde chiquita. “Yo era así como ves ya a los 14 años” dice Virginia en involuntaria apología del estupro, “y a esa edad bien chiquita me presenté a un cásting en un casino.” Una apuesta fuerte de la joven Gallardo que sin duda perdió con todo en ese casting, aunque no importa porque logró el objetivo. “En seguida me eligieron para un desfile que organizó Valeria Massa en Corrientes” recuerda Virginia, “y cumplí mi sueño desfilando y al verme me dí cuenta que mi cola en cámara da
mucho más grande de lo que es.” Y quizás por eso la correntina no quiere que le agranden el ojete más de lo que está. “Yo entrego todo menos la cola, aunque nunca se sabe” dice como para no excluir ofertas importantes, “alguna vez voy a terminar entregando, en una relación larga lo podría pensar como para meter algo nuevo.” Y más allá de si es posible meter algo realmente nuevo en ese ojete, mejor que no haya testigos. “No me gusta hacerlo en lugares públicos, en eso soy un poco pudorosa” explica Gallardo, “puedo incursionar en algunos lugares como la pileta o un ascensor pero sin que haya gente, está bueno para ponerle pimienta a la noche.”

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